“Rubén Darío”, conocido como “El príncipe de las letras”.
Un hombre nacido en las tierras de los lagos y volcanes, en donde El Cocibolca se expande ante los ojos de quien lo descubre. Allí donde el sol y el mar besan dos veces al día la tierra, al despertar y al marcharse a descansar, allí en su amada Nicaragua.
Desde ese lugar, tuvo un sueño, y que en vez de dejarlo volar hacia el olvido del tiempo, como tantos soñadores de su época, lo plasmó sobre delicadas hojas del tono del armiño, y que hoy se tiñen con el delicado brillo del marfil.
Así llegan a nosotros sus deseos, los deseos de un hombre que a través del tiempo nos sigue deleitando con sus palabras, palabras llenas de pasión.
Creador de un estilo que perdura hasta nuestros días, del cual muchos adoptaron sus ideas, pero nadie ha podido alcanzar su calidad.
Rubén Darío es considerado generalmente como el iniciador y máximo representante del Modernismo hispánico, un estilo trabajado en su época por otros pero que nadie lo trabajó como él.
Para muchos la clave de su obra ha sido la sinestesia, mediante la cual se logra asociar sensaciones propias de distintos sentidos, especialmente la vista y el oído, es decir plasmar la pintura y la música en palabras y dejarse llevar por ellas para el disfrute de los sentidos.
Como él menciona en uno de sus versos…
“El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.”
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.”
Desde éste humilde y pequeño lugar, mi homenaje al "Principe de las Letras".